El blando barro toma el alfarero
en sus manos, el barro de la tierra.
La exacta imagen que en su mente encierra
existencia tendrá, al fin postrero.
Maleable en los dedos del obrero,
no sabe resistirle, hacerle guerra.
A los ritmos del torno no se cierra,
se abre, dócil, al ideal primero.
Toma mi voluntad, Rey Soberano
Alfarero divino, ten mi barro.
De tus dedos de artista, de tu mano
vaso humilde saldrá, bien bello jarro.
Dúctil yo, no será el trabajo vano.
¡Oh, mi timbre de honor ser tu cacharro!
Antonio Márquez Fernández
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