María de San Francisco, nos dice que de ordinario "traía muy pobres vestidos y remendados, y siempre los trocaba con sus hijas, y las tocas, con color de que vendría mejor el hábito ajeno, y se echaba de ver que era por no tener ni aun un hábito propio".
Ella misma escribió en carta a su hermano, agradeciéndole unos dineros: "porque para una monjuela como yo, que ya tengo bastante por honra, gloria a Dios, andar remendada, bastaban (los dineros) que habían traído" (Cta 2, 2)
Y esto de ir remendada no era un simple modo de decir, sino una realidad. Nos cuenta su sobrina Beatriz, que estando el Alba, no podía llevar en paciencia que su tía fuera remendada. El caso es que yendo un día, a ver a la duquesa de Alba, "y yendo consigo esta testigo, que era seglar, se afrentaba de ir con ella por verla tan remendada. Y la Madre se reía mucho de ver cómo se afrentaba la sobrina en su compañía".
Anécdotas Teresianas
Alfonso Ruiz
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