miércoles, 12 de mayo de 2010

SAN JOSÉ DE ÁVILA (III)

"Todo concertado, fue el Señor servido que día de San Bartolomé (24 de agosto), tomaron el hábito algunas y se puso el Santísimo Sacramento, y con toda autoridad y fuerza quedó hecho nuestro monasterio de el gloriosísimo padre nuestro San Josef, año de mil y quinientos y sesenta y dos."  
En nombre del obispo actuó el maestro Gaspar Daza. Y las cuatro primeras descalzas fueron:

Úrsula de los Santos
Antonia del Espíritu Santo
María de la Cruz   y
María de San José

La campanita, pequeña y rota, que había mercado la Santa, tocó alborozada, y su alborozo contagió de momento a los avileses. Pero pronto el mar se alborotó. Parecía la carga de un nuevo monasterio pobre iba a ser incomportable para la ciudad, y se asentó en todos o casi todos que convenía deshacerle. 
Hubo juntas magnas de las fuerzas vivas, hubo hasta comunicaciones efectivas y amenazadoras para que se cerrara.
A todo esto Teresa había sido llamada a la Encarnación el día mismo de la inauguración. Pero ella desde allí, ayudada por algunos amigos, y las cuatro novicias sostenidas por ellos y por Dios, resistieron impávidas. San José triunfó. Porque el pleito fue a Madrid al Consejo Real. Y se terminó por dejar morir, ya que la calma se fue haciendo en torno al conventito, y hasta este acabó viéndose envuelto en el cariño de todos.
Pronto Teresa Pudo volver a él. Para pasar allí los cinco mejores años de su vida, en el recogimiento, en la paz, formando a sus hijas, escribiendo sus obras: Autobiografía, Camino de Perfección, Exclamaciones, Meditaciones sobre los Cantares, Constituciones, Cartas, La última parte de las Moradas...
En aquel poyato de pobres ladrillos rojos de su celda, sentada en el suelo sobre un corcho, a la luz de un humilde velón o de un candil, por las noches..., se fueron escribiendo allí esas maravillas.
Más adelante, en noviembre de 1577, también se terminará aquí el Castillo Interior o Las Moradas, la obra cumbre de Teresa y de la mística descriptiva universal.
El aire de San José está cargado de perfume divino, del calor del fuego del Amor invisible, pero que ha dejado sus huellas carismáticas que son las obras de Teresa, inmortales, sublimes...


"Hágame el placer hija, que al punto que me viese algo aliviada me busque alguna carroza de las comunes y me levante y vamos a Ávila.." decía a su querida enfermera y secretaria Ana de San Bartolomé. Pero no lo quiso el Señor. Y la Santa murió el Alba y allí quedó su cuerpo. Pero el Espíritu de Teresa estará siempre, porque esa hoguera espiritual del Carmelo Teresiano, que aquí comenzara, no se extinguirá jamás...


Y quedan ellas, todas las Carmelitas Descalzas por el mundo, miles y mieles de palomas, que originaria e inicialmente, todas partieron de éste primer Palomar de la Virgen. Ellas son las reliquia viviente de la Madre, Ella vive en ellas. Con su mismo espíritu de amor, de oración, de entrega apostólica, con su alegría pura y luminosa. 


Primera Fundación de Teresa de Jesús
Monjas Carmelitas de San José - Ávila  

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