En las leyendas aparece igualmente el lado humano de la Santa en equilibrio con el divino. La sensatez y conciencia del peligro, el humor y la ironía, salsa de la convivencia, la risa a flor de labio y la comprensión de las flaquezas humanas, dan unas dimensiones maternales de primera magnitud a aquella mujer, "más divina cuanto mas humana, y mas humana cuanto más divina".
Hablando la Santa de las ocasiones, que hacen malo al que parecía totalmente bueno, dicen que solía cerrar así: "Porque, hijas mías, entre santa y santo, pared de cal y canto."
Esta joya de nuestro refranero ha sido atribuida a Santa Teresa, y para ella era uno de tantos estribillos tomados al acaso, pero que condensaban su doctrina de forma inolvidable.
La leyenda cuenta que en cierta venta, tan estrecha como todas, trataron de aposentar a la Madre y a sus acompañantes, y alguien indicó que, pues el viejo P. Antonio era tenido por santo en la región, bien podría ocupar la misma habitación de las monjas, partida por una manta. Diz que la santa en oyendo el arreglo se asomó y aconsejó así: "Sabed, hermano, que dentro de la venta y fuera de ella, entre santa y santo, pared de cal y canto".
Hay textos de la Santa que parecen confirmar sus recelos en el trato de hombre y mujeres. Ella había perdido el miedo a los hombres, y entre ellos encontró siempre a los mejores amigos y a los seres más queridos, sin que ello desdorase su integridad. Sin embargo, como pedagoga, se sitúa en el tiempo y en el espacio donde vive. Y hay que confesar que era una sociedad tan pícara que por milagro no había siempre fisuras sexuales aun en los conventos. Y en aquel ambiente la Santa tenía que tomar precauciones, pues aun de ella se decía que en cada mesón tenía su partido. ¡Qué cosas no se decían entonces, en aquella sociedad reprimida!
La Herencia Teresiana
Fr.Efrén J. M. Montalva
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