En la historia de lo que se llama el Carmelo (del monte de ese nombre en Palestina) hay un discurrir temporal de años y figuras, que también podemos decir exterior. Y hay un camino teológico hacia lo profundo y lo evangélico, que está representado por Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz, y otras figuras del Carmelo, como Teresa de Lisieux o Edith Stein (y Jerónimo Gracián desde luego, y otras figuras, entre las no canonizadas). La realidad espiritual vivida por estas figuras en la Iglesia muestra que no hay sólo un suceder año tras año, siglo tras siglo, de un carisma que, establecido de una vez para siempre, se repite a sí mismo uniformemente, sino que ellos han hecho un camino hacia el centro originario de lo cristiano, “al más profundo centro”, “entremos más adentro en la espesura”, convirtiéndose, sin pretenderlo, en criterios carismáticos, en fuentes de inspiración...
Luís Aróstegui Gamboa, ocd
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