Teresa de Jesús
En el hombre está la soledad, pero también está la compañía. Falta elegir personalmente la dosis y no permitir que los demás nos la elijan, porque entonces es difícil que acierte la mano con la herida.
Aunque puede ser que aún siendo uno quien elija, elija mal, y todo se vuelva añoranza de cambios, solicitud de otras oportunidades.
Pero este no es el caso de Teresa de Jesús, que procuraba soledad para sus rezos. Y, cuando más tarde, se cautivó con las novedades que traía, la necesitó ya para vivir.
Pronto se da cuenta Teresa de que tiene más corazón que posibilidades. Pronto descubre que las compañías humanas, exigen una contraprestación de utilidades.
A fuerza de desencantos el hombre termina descubriendo que se necesita un infinito hilo para coser la boca de los apetitos y Teresa de Ávila busca la soledad para toparse con el ovillo interminable: Dios, colmo y madeja, fuerza y susurro, patio y pozo, estrella polar y sombra muchas veces, vibrante juego, yermo y rosa.
Dios, a cambio, sólo va a rogarle una mirada. Teresa de Jesús cuando sus hijas reclamen la maestría de su oración, va a enseñarles: No os pido más que le miréis... todavía conservan las carmelitas descalzas su pupila luminosa y desgastada.
Unicamente desde ese conocimiento, descubierto a solas, se torna la simple soledad en soledad sonora. Creer en Alguien, saberse incomprensiblemente amado hasta decir "no continúes, porque no preparé mi corazón para tanto destino", es como ponerle campanas a la vida, cargarla de sentido y descubrir que allí donde nacimos , todo lo que fue tan nuestro , se ha convertido en la memoria del otro, ajena y extrañada.
En soledad vivía, / y en soledad ha puesto ya su nido, / y en soledad la guía / a solas su querido, / también en soledad de amor herido. El embeleso que une, el reclamado abrazo, la porfía de los agotamientos, sólo a solas pueden despacharse en libertad.
Para San Juan de la Cruz la soledad va más allá del simple apartamiento de compañías o ruidos, La soledad que el santo reclama es la despejada de memorias , entendimientos y voluntades que a Dios no conduzcan, como secar el pozo de Jacob, romper el cántaro y esperar su agua que se bebe de un trago suficiente. Más fácil es el camino con la sed apagada y más difícil perderse porque, quien guía, es el mismo que tapó la boca de la necesidad: el querido a solas y a solas encontrado.
Uno de los pasajes evangélicos mas amados por Santa Teresa es el de la Samaritana: ¡Oh, que de veces me acuerdo del agua viva que dijo el Señor a la samaritana!, y así soy muy aficionada a aquel evangelio... desde niña lo era y suplicaba muchas veces dal Señor me diese aquél agua (V. 30, 19).
Debió Teresa de Jesús mirarse en el espejo de aquella mujer que se multiplicaba en vano y supliqué al Señor me diese de aquel agua. A solas desde entonces la bebieron. A solas, haciendo de vaso la mano, se la fue dando el Señor en todos los desiertos a que conduce la vida.
Pedro Villarejo, ocd
En soledad vivía, / y en soledad ha puesto ya su nido, / y en soledad la guía / a solas su querido, / también en soledad de amor herido. El embeleso que une, el reclamado abrazo, la porfía de los agotamientos, sólo a solas pueden despacharse en libertad.
Para San Juan de la Cruz la soledad va más allá del simple apartamiento de compañías o ruidos, La soledad que el santo reclama es la despejada de memorias , entendimientos y voluntades que a Dios no conduzcan, como secar el pozo de Jacob, romper el cántaro y esperar su agua que se bebe de un trago suficiente. Más fácil es el camino con la sed apagada y más difícil perderse porque, quien guía, es el mismo que tapó la boca de la necesidad: el querido a solas y a solas encontrado.
Uno de los pasajes evangélicos mas amados por Santa Teresa es el de la Samaritana: ¡Oh, que de veces me acuerdo del agua viva que dijo el Señor a la samaritana!, y así soy muy aficionada a aquel evangelio... desde niña lo era y suplicaba muchas veces dal Señor me diese aquél agua (V. 30, 19).
Debió Teresa de Jesús mirarse en el espejo de aquella mujer que se multiplicaba en vano y supliqué al Señor me diese de aquel agua. A solas desde entonces la bebieron. A solas, haciendo de vaso la mano, se la fue dando el Señor en todos los desiertos a que conduce la vida.
Pedro Villarejo, ocd
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