Un fraile salió de la celda en la que se encontraba fray Juan de la Cruz, para tocar a maitines. Al oír las primeras campanadas el fraile enfermo preguntó:
- ¿A qué tañen? -
Tras escuchar la respuesta exclamó:
- ¡Gloria a Dios, que al cielo las iré a decir!
Acto seguido, puso sus débiles labios en el crucifijo que sostenía entre sus manos y musitó:
- Señor, en tus manos encomiendo mi espíritu.
Inclinó la cabeza, y al momento expiró. Su frágil cuerpo repleto de llagas, maloliente, comienza en ese momento a despedir olor a rosas.
Pintura de Carmel Maranathá, Valle Bravo
Crisógono de la Cruz, ocd
Vida y milagros de nuestro Padre San Juan de la Cruz.
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