Era la Santa tan sin melindres que espantaba a los propios varones, que, por principio desdeñaban a las mujeres, y así alguien dijo que no era mujer, sino varón y de los muy barbados.
La anécdota es de primera mano, y la refiere Domingo Bañez: "Fray Pedro Fernández, siendo hombre muy legal y recatadísimo de falsos espíritus, tratando con la M. Teresa de Jesús, a quien con mas miedo que este testigo comenzó a examinar, al fin se venció y dijo que, en fin, Teresa de Jesús era una mujer de bien, y que la M. Teresa de Jesús y sus monjas habían dado a entender al mundo ser posible que mujeres puedan seguir los consejos evangélicos. Y otro Maestro, fray Juan de las Cuevas, visitó las dichas monjas descalzas y las amparó. Y otro Maestro, llamado fray Juan de Salinas, dijo una vez a este testigo: ¿Quién es una Teresa de Jesús, que me dicen que es mucho vuestra? No hay que confiar en virtud de mujeres. Pretendiendo en esto hacer a este testigo recatado, como si no lo estuviera tanto y más que él. Y este testigo respondió: Vuestra Paternidad va a Toledo y la verá y experimentará que es razón tenerla en mucho.
Y así fue que estando en Toledo una Cuaresma entera, la comenzó a examinar, y con ser hombre que predicaba casi cada día, la iba a confesar casi todos los días e hizo de ella grandes experiencias.
Después encontrándose este testigo en otra ocasión, le dijo: ¿Qué le parece a V. P. de Teresa de Jesús? Respondió con gran donaire diciendo:
¡Oh! ¡Habíadesme engañado!, que decíades que era mujer; a la fe, no es sino hombre varón y de los muy barbados. (1)
(1) Domingo Bañez, Proc. Salamanca, 1591, a. 4
La herencia teresiana
Fr. Efrén J. M. Montalva