domingo, 29 de mayo de 2011

La secretaria de Teresa


Agobiada la Santa por sentirse vieja y enferma, y preguntada por su enfermera en qué la podía servir, le dijo que en ayudarla a escribir cartas. Como la enfermera no sabía, le dijo que, con todo, si se lo mandaba ella, lo intentaría. Y la Santa hizo que en adelante fuese su secretaria.

El relato es historia, que relata la propia enfermera, Ana de San Bartolomé: " Estando un día en Salamanca fatigada por tener muchas cartas a que responder, la dijo: `Si tú supieras escribir ayudárasme a responder estas cartas´. Y ella le dijo: `Deme v.r. materia por donde deprenda¨. Dióle una carta de buena letra de una religiosa descalza, y díjola que allí aprendiese. Y esta testigo la replicó que mejor sacaría de su letra y que a imitación de ella escribiría. Y la Santa Madre luego escribió dos renglones de su mano y dióselos. Y a imitación de ellos escribió una carta aquella tarde a las hermanas de San Josef de Ávila. Y desde aquel día la escribió y ayudó a responder las cartas que la Madre recibía, sin haber tenido maestro ni aprendido a escribir de persona alguna ni haberlo aprendido jamás, y si saber leer más de un poco de romance, y con dificultad conocía las letras de las cartas."
Y el parecido con la letra de la Santa es, en ocasiones, tanta, que algunas cartas hacen dudar si están escritas por la Santa o por la secretaria, Ana de San Bartolomé.


La Herencia teresiana
P. Efrén J.M. Montalva

miércoles, 11 de mayo de 2011

FLOS CARMELI



FLOS CARMELI
vitis florígera
splendor caeli,
virgo puérpera
singularis.


Mater mitis
sed viri néscia,
carmelitis
esto propitia
stella maris.

martes, 3 de mayo de 2011

SOBRE EL "CASTILLO INTERIOR"

El "Castillo Interior" ha sido ese augusto monumento literario-espiritual - cita de almas selectas - que levantó Teresa a la sombra de las murallas de Ávila cuando "muy vieja y cansada, aunque no los deseos"  de recorrer en afanes de fundadora los caminos tortuosos de España, una orden superior la recluye en el monasterio de Toledo de donde parte, al poco tiempo, a la Encarnación de Ávila con las primeras páginas de su Obra literaria en la mano, mientras, borrachas de sol, chirrían atolondradas las cigarras bajo el cielo implacable de la penitenciaria meseta castellana.
Mujer polifacética, cegados unos, su recia personalidad podía verterse toda entera por otros cauces. Así, cerrados por la obediencia a su espíritu andariego, como por una barrera, los caminos tortuosos, esos caminos de arrieros, pícaros y vagabundos de Castilla, con sus ventorros y mesones, su espíritu se vertió, como corriente anímica por la varita mágica de un zahorí, por los puntos de oro de su pluma.
La Escritora reemplazó a la Fundadora , mientras ésta descansaba, fatigada de recorrer durante diez años consecutivos los caminos asendereados de España al lento vaivén de una carreta entoldada, que tenía un algo de intimidad de celda conventual al aire libre de una España caballeresca, colorista, de aguafuerte, cuya inquietud espiritual expansionista hizo de ella algo así como un vasto monasterio sin clausura.
Alternando el manejo de la rueca con el de la pluma, la Santa redacta, entre la muy relativa paz claustral de la Encarnación de Ávila, las últimas páginas de su Obra maestra por excelencia, cuando soplan ya por la desnuda y desamparada meseta de Castilla las crudas ventiscas de noviembre de 1577.
Si fue grande la prueba a que le sometió la obediencia, intimándole la redacción de lo que pudiéramos denominar su obra póstuma, tuvo su justa compensación en el éxito de la misma. "¿Para qué quieren que escriba?" , exclamaba humildemente y como contrariada Teresa por la disposición de los Superiores. "Escriban los letrados, que han estudiado, que soy una tonta y no sabré lo que me digo. Hartos libros hay escritos de oración. Por amor de Dios, que me dejen hilar mi rueca y seguir mi coro y oficios de religión, como las demás Hermanas; que yo no soy para escribir, ni tengo salud ni cabeza para ello".
Y no obstante todos los alegatos de la Santa, "matrecha por penitencias, agobiada por enfermedades crónicas, medio paralítica, con un brazo roto" comprometida su actividad en el régimen de una disciplina conventual, herida de muerte, burla burlando, da cima en breve plazo a su Obra, que es todo un primor, un alarde acabado de orfebrería, una "joya de delicados esmaltes y labores" en expresión de la misma autora.
Su apreciación ha sido suscrita por los más destacados críticos de la producción literaria de la santa de Ávila.
Desde la cumbre de su "Castillo Interior", que se yergue señero sobre la cumbre de la vida y experiencia de la Santa, puede medir mejor ésta de un solo golpe de vista el vasto panorama espiritual; si ciencia psicológica se ha afinado, se ha agudizado, se ha vuelto más exquisita en el arte delicado del análisis, y su pluma obedece con mayor fidelidad aún a sus más sutiles pensamientos; todo en su Obra queda iluminado por esa luz superior, difusa y serena, cernida de la altura del mismo Dios, a cuyo reflejo se perciben en su justo valor todas las cosas en su perspectiva con el Infinito.
En ella, "bajo artística forma encerró la síntesis de sus experiencias espirituales. Interesa a la teoría mística y también a la historia literaria y a la filología. Ha sido traducida a todas las lenguas de Europa" (1) .
El "Castillo Interior" es "libro único en el mundo"; "el último capítulo de Santa Teresa escrito por ella misma" (2); su testamento de Madre de los Espirituales.


(1) - T. Navarro, Las Moradas, X-XI
(2) - Cobos, Síntesis de literatura extranjera y nacional, p. 118


P. Bernardo Ma. de San José, ocd

domingo, 1 de mayo de 2011