jueves, 30 de septiembre de 2010

¿QUE SABRÁN DE MILAGROS?!!!

En su continuo ir y venir por caminos y ventas, el Descalzo, fray Juan de la Cruz ha tenido que soportar todas las peripecias normales del viajero, además de los imprevistos que abundaban en una sociedad menos organizada que la nuestra.

Siendo fray Juan vicario provincial, camina desde Córdoba con fray Martín y fray Pedro.  Ya se avista el río Salado, y al bajar de Porcuna para el río, fray Pedro comienza a correr cuesta abajo, se cae aparatosamente y se quiebra una pierna, "porque las canillas sonaban como una caña cascada" . Mientras el Santo le curaba la pierna "teniéndola este testigo". El Santo "lo curó y puso un paño con una poca de saliva, y le hizo subir en un bagaje".

Llegados a la venta Los Billares, le dice fray Juan al accidentado "Aguarde, le apearemos, no se lastime", fray Pedro responde "Yo no tengo mal ninguno, porque la pierna tengo ya sana", y diciendo esto, se arrojó del bagaje al suelo sin que hubiera mal alguno en su pierna.

Ambos, fray Pedro y fray Martín, comienzan a clamar "¡Milagro! ,¡ milagro!!" , y fray Juan reprendiéndoles:  ¿Qué sabrán ellos de milagros?!! y cierra la crónica fray Martín : "Y mandó a este testigo y al dicho Donado, que no hablasen más de lo susodicho cosa alguna".

Foto de un atardecer en Porcuna, Jaén, España

martes, 21 de septiembre de 2010

lunes, 20 de septiembre de 2010

ESTRENO MUNDIAL !!!! 20/09/10



Parroquia de Ntra Sra. del CARMEN

La Sabatina OCD

CD. Nací para tí
Gentileza de Fray Antioco

jueves, 9 de septiembre de 2010

TALLA


Esta imagen de Santa Teresa, es muy particular, pues no es tradicional a la iconografía ya conocida por todos. Le fue inspirada a San Enrique de Ossó, sacerdote secular catalán del Siglo XIX, gran teresianista y fundador de la familia teresiana (Compañia de Santa Teresa de Jesús, Movimiento Teresiano de Apostolado, Amigos de Jesús).

De hecho esta imagen fue un obsequio de San Enrique para las teresianas de México. Se encuentra en la capilla del colegio América de Puebla.


Tomado de Con Teresa, rumbo al V centenario
Gentileza de Pasionaria Andrión y Mario Carlos Sarmiento Zúñiga

jueves, 2 de septiembre de 2010

LAS MALAS POSADAS


Sta. Teresa comparaba los tormentos de la otra vida con los de "una mala posada" 
Las malas posadas, en especial de Andalucía, dejaron malos recuerdos en la Santa. Mas cuando comparó las penas de ultratumba con las malas posadas no había tenido aún experiencia ni había hecho caminos por Andalucía.  Comparaba así: "Pues para una noche, una mala posada no hay quien la sufra, pues posada de para siempre, siempre, para sin fin, ¿qué pensáis sentirá aquella triste alma? (1).  Más adelante el humor de la Santa describía las famosas posadas, como aquella de Córdoba : "Fue darnos una camarilla o tejavana; ella no tenía ventana, y si abría la puerta, toda se henchía de sol, que no es como el de Castilla, sino muy más importuno, Hiciéronme echar en una cama, que yo tuviera por mejor echarme en el suelo; porque era de unas partes tan alta y de otras tan baja, que no sabía cómo poder estar, que parecía de piedras agudas."  Si por aliviarle la fiebre le echaban agua a la cara, era tan caliente que nada aliviaba. Y a todo se juntaban "los gritos y juramentos de la gente que había en la venta y el tormento de los bailes y panderos, sin bastar ruegos ni dádivas para los hacer quitar de sobre la cabeza de la Madre, que con la furia de la calentura estaba casi sin sentido".(2)
No eran mejores los mesones de Castilla, como el que describe Julián de Ávila, camino de Salamanca: "Fuimos a parar a un mesón donde había tantos arrieros echados por aquellos suelos, que no había donde poner los pies sino sobre albardas u hombres dormidos. Hallamos adonde meter a nuestra Santa Madre y a las monjas que llevábamos, que no creo había seis pies de suelo; de manera que para caber habían de estar en pie. Lo que tenían de bueno estas posadas, que no veíamos la hora de vernos fuera de ellas".(3)

(1) Cam.- E 70,4; C-V. 40,9
(2) Tiempo y vida, II, 397
(3) J. de Ávila, Vida de S. Teresa, II, 8

La herencia teresiana
P. Efrén J. M. Montalva